No tenia previsto ningún tipo de celebración para la verbena, de hecho, me esperaba un noche relativamente tranquila, en casa, con el power y leyendo. Pero algo se despertó en mi, una revolución en toda regla, queria irme a la playa a celebrarlo. Y así lo hicimos. Nos llevamos la cena, compramos leña para la hoguera, compramos petardos, la nevera con bebidas y ale, pa la playa.
Cual es nuestra sorpresa, al verla repleta de latinos, aquello parecía Miami, cochazos descapotables de lujo, todos tuneados, mafiosos con el cuerpo tatuado de sus conquistas, de sus hijos y de sus miedos y sus logros acompañados de sus meretrices, escuetas, ligeras y promiscuas. Con la música a todo volumen y bailando reggaeton piel contra piel.
La imagen era divertida, mas que peculiar, extrañe no ver a Horatio Caine por ahí con su Hummer, al acecho de cualquier indicio de delito. Me sentí extranjera en mi propia tierra, y salvo por un petardo, de un imbécil musculado atiborrado de anabolizantes que le habían secuestrado la única neurona útil que le quedaba; que casi me rozo el pelo, (si no fuera por mis reflejos ahora seria Yul Bryner). Salvo por esto, la noche fue genial, eramos unas 8 personas alrededor de una hoguera, cenando, hablando, riendo, y lanzando petardos a tutiplén, jajajjajajajajaja.
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