
Creo que en todas las empresas existe un bobesponja, esos seres que por una extraña razón incomprensible no destacan por su higiene personal. Hablé con mi amiga la Srta. Jones y me lo confirma, al igual que mi cuñado el Sr. Tocho. Mi empresa no iba a ser menos y tenemos uno que aparte del fétido olor corporal, tambien desprende un aliento mortal. Nunca entenderé ese modus operandi o vivendi, No sé si es por pereza, vagancia, tozudez, desidia o bien porque no les sale de los cojones, o peor aun no disponen de un olfato desarrollado y tienen deficits de esas glándulas.
Podra ser debido a la crisis, a una epidemia o peor aun una pandemia mundial, el caso es que cada vez hay mas casos y mas voraces. Solo hace falta que uno coja el autobús o el metro en hora punta y se percatara de ello. Esas axilas al aire, dejando su ejercito mortal al descubierto. Esas camisetas sudorosas con olor a rancio que sin poder evitarlo se rozan a las tuyas que hasta ese entonces tenian un agradable aroma a suavizante de ropa.
Al igual que cuando Atila caminaba, la hierba no volvia a crecer, cuando el bobesponja anda, la densa niebla que le precede va contaminando cualquier forma de vida que se encuentre a menos de 500 metros de distancia.
Da lo mismo que se les regale gel, jabón, champú o desodorante y colonia, ellos nunca se dan por eludidos, para ellos es su normalidad.
Hay que luchar contra el enemigo, hay que regalarles esponjas,
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